Decía anoche Gabriel Fernández, canterano y capitán del Atlético de Madrid, al ser preguntado por José Ramón de la Morena en el programa El Transistor de Onda Cero, con motivo de su marcha al Al-Sadd de la Liga de Qatar, que el técnico que más influyó en su carrera fue Gregorio Manzano. Y es que un futbolista, o cualquiera en su profesión, a pesar de los desafectos, se queda con aquellos a los que tiene cosas que agradecer. Con esta premisa, no resulta extraño entonces que Gabi pagase de esa manera la confianza que el jienense depositó en él durante las dos etapas que estuvo entrenando al Atlético de Madrid. En la primera lo hizo debutar con el primer equipo. En la segunda, lo recuperó, después de cuatro temporadas en las que el madrileño despuntó en el Real Zaragoza de tal modo que llegó a ser capitán e incluso, en el último año que defendió los colores maños -la temporada 2010-2011-, se especializó en los lanzamientos directos de falta, marcando once goles, para ser el máximo anotador del equipo y salvar a los suyos de un descenso casi merecido a segunda división.
En cambio, en la memoria del aficionado atlético, la figura de Gregorio Manzano no resulta un recuerdo agradable. Gabi regresó de su mano al Atlético de Madrid en la temporada 2011-2012. La temporada de la renovación de la plantilla y también la temporada en que el seguidor colchonero asistía al desdoro de su equipo en el Vicente Calderón por culpa de un inoperante Gregorio Manzano. Lo sustituyó “Cholo” Simeone a mitad de temporada para, con los mismos mimbres, hacer un cesto campeón de Europa League y comenzar, de esa manera, la etapa más brillante de la historia del Atlético de Madrid.
En la era de Simeone, Gabi ha sido la personificación de un conjunto crecido, el hombre trabajador e infatigable con el que el aficionado atlético se podía identificar. Y a la vez, piedra de toque del éxito furibundo frente al monopolio Madrid-Barcelona; la viva imagen de Simeone en el centro del campo atlético. Es curioso que, después de esa identificación tan merecida entre entrenador y jugador, ayer Gabi, con total sinceridad, nombrase a Simeone de refilón, dijese haber discutido con él en ocasiones porque tenían formas distintas de ver algunas cosas, y que se lo han dicho todo a la cara. Y es que con el argentino lo jugó todo, incluso parecía que, cumplida la treintena, Gabi era mejor que con veinte: el especialista fundamental para que el centro del campo se mantuviera firme en defensa y ágil en el ataque.
Una Liga, una Copa del Rey -en campo del y contra el Real Madrid, el enemigo-, dos Europas Leagues, una Supercopa de Europa, otra de España y dos “casis”, o sea, dos Finales de Champions League -también frente al enemigo- que han convertido al Atlético de Madrid en un referente del fútbol europeo durante las últimas siete temporadas que Gabi ha vestido la rojiblanca.
Ayer se despidió sobrio, sin alharacas, fiel a su imagen, fiel al aficionado atlético del que es el mejor representante. Porque, como cualquier “atlético” no lo ha tenido fácil, se tuvo que marchar del equipo de su vida para hacerse un hueco en eso del fútbol. Y tuvo que persistir, caer, perder. Y, después, regresar para formar parte de la mejor historia. Ayer se marchó el capitán al que los hinchas coreaban con nombre y apellido: Gabriel Fernández.