Cuando hace años pinchaba en ese lugar tan cutre llamado la Royal Chata (agüita la cocaína), en el Paseo del Pintor Rosales de Madrid, las tías me pedían, a la vez del house de moda, algo como el arenbí. No es por ser yo machista, que seguramente lo soy, es que los tíos que las acompañaban se bebían sus copas entre la barra, el baño y la oficina del encargado, mientras las canciones que me pedían las tías sonaban en la pista de los bailes.
Pues esas tías me pedían arenbí, así en general, mientras yo ponía a Los Secretos. Hasta que llegó una francesa, una tía fea y con dientes largos, que me prometió una mamada a cambio de un tema de arenbí de Beyoncé. ¿Beyoncé y arenbí?, la pregunté. Qué más da, mamada a la vez que estoy pinchando (poniendo música).
Cocaína y ginebras fuera del hecho, ¿alguien se ve con One Path meneándose en el videoclip de los tacones de Beyoncé? Seguro que no. Pero es que tampoco ya nadie se ve hoy en la pista de los bailes junto a Beyoncé y Jay-Z, este último fue uno de los raperos más pedidos en las mesas de mezclas de antaño junto a 50 Cent y Dr. Dre, haciendo el baile de Single Ladies. Porque nadie entiende el rithm&blues ni conoce a Quincy Jones.
Algo de rithm&blues hay en todo esto de One Path. Electrocnicado, se ha convertido en lo que nuestros mayores presumían de futuro. El twerking inviolable, tan en boga hoy para la juventud como argumeno como el pasodoble hace cuarenta años para nuestros padres.
Pues ahí, entre el pasodoble, el hiphop, el R&B y el arenbí se mueve One Path. Es cierto que propone una relación natural entre mujer y hombre, unas atmósferas sucias, oscuras y crueles, y que comparado con sus referentes extemporáneos y con los trabajos de su estilo actuales (el romanticismo nunca fue un gran aliado a la hora de hacer temas universales, a no ser que fueses mexicano y provocases una ranchera), Milagro es un pepinazo que lo convierte en un tipo delicado. Sin embargo, asumido el autotune y las remezclas oportunas, One Path tiene poco que ofrecer, líricamente, a una escena menospreciada en este país pero con propuestas tan rotundas como las de Gatta Catana (DEP), Raúl Peligro o, por referenciar el mainstream, Mala Rodríguez.
A pesar de que el underground que propone la obra, tanto lírica como musicalmente no son moco de pavo, porque Javier Bilbao se lo ha currado, el trabajo final da la sensación de que la estética prima sobre la ética y que, por tanto, no hay verosimilitud. Al fin y al cabo, es una memoria pop romántica como filosofía, lo de siempre, y además es muy desordenada, y está lejos del beat, si es que eso es lo que pretende.
El trabajo de One Path, tanto en Para Arriba como en Milagro, teniendo en cuenta que ambos discos se encuadran en una escena underground y que la propuesta que nos quiere transmitir es verosímil en cuanto a su estética, es decir, la forma de comunicar su mensaje (autoeditado), no es lo peor. Pero quizá debemos aspirar a menos fotos para Tentaciones y sí a más expresión y experiencia para una evolución real.
Promete One Path y sus revistas en un género estancado en lo que le mola a Pablo Iglesias. Y que es una puta mierda comparado con Milagro y Para Arriba.