Diecinueve de Junio de 2015. El verano estaba a punto de entrometerse en nuestras vidas. Mientras, en el Ochoymedio, Joe Crepúsculo se presentaba en Madrid con su último disco, Nuevos Misterios, que continúa caminando por la senda electrónica de Baile de Magos, sin perder un ápice de sus sonido Crepúsculo, de su gusto por los ritmos latinos, de su elegancia ni de su inteligencia a la hora de plasmar la realidad y los afectos.
Pillé la entrada de a veinte pavos con consumición incluida que además me permitía ver el concierto desde la segunda planta de la sala. Muy VIP el tema pero con poco fuste, porque la verdad está en la pista. Aunque en el fondo resultó una entrada económica, teniendo en cuenta que la birra se dispensaba a cinco pavos el tercio y a siete, una vez terminado el concierto.
Eso, como la música en sí, a la mayor parte de la gente que se concitó entorno al trovador tecno le daba lo mismo. Es cierto que Travel Agent llamaron poco la atención y que Tremenda Trementina, aperitivo ligero antes de la star, sonaron mal, muy mal, y lo que es peor, para muy poco público, pero no sé si es excusa suficiente para que hubiese más indiepijos apurando sus cajetillas de cigars a las puertas del Ochoymedio que dentro de la propia sala. En los corrillos frente al malogrado Mercado de Barceló, los ausentes se atusaban tupés, engolaban las posturas y se perfeccionaban los atuendos a la vez que comentaban, según Twitter (la Biblia del moderneo), la posible presencia de La Bien Querida y de Ariadna, nueva diva del indiepijismo, en el directo de Joe Crepúsculo. Bueno, incluso esto uno se lo podía comentar a la propia Ariadna mientras participaba de esos mismos corrillos, sin dárselas de estrella, pero sintiéndose mirada y admirada en su áurea y su look casual hasta pocos minutos antes de que comenzase la participación del protagonista de la noche.

La sala sobrepasaba medio aforo y poco más. Y no creo que fuese por el precio de las entradas, de trece a dieciséis pavos sin consumición, sino porque la llamada de Joe Crepúsculo aún, a pesar de su talento, es menuda, al menos en una ciudad como Madrid.

Joe Crepúsculo se presentó sobre el escenario del Ochoymedio con nuevo compañero, Aaron Rux. Y, aunque le costó ponerse a tono, Nuevo amanecer sonó vacío, una vez resuelto el problema, luminoso nos sumergió en su rave compleja soltando todo su arsenal compuesto para devolver a la vida a tu vida de mierda, incluso para conseguir que los indiepijos se soltasen y, ya casi al final, se diesen al pogo en el mismo centro de la pista de los bailes.

Y es que mereció la pena disfrutar de una sala pletórica que salta con los brazos al aire durante Soy leyenda. O ver technorumbear a Las Negris Mi fábrica de baile junto a La Bien Querida y los intentos por hacer algo parecido a bailar de Ariadna. O vivir en directo la excitante versión junto a la propia Ariadna del Maricas de Los Punsetes con un público colmado de adrenalina, aunque a buen seguro se convierta en la canción del verano de algún indiepijo.

Fue un encuentro divertido y disparatado. Y estos no son adjetivos peyorativos. Todo lo contrario. Yo bailé y sudé con su makineta de la buena una coreografía que ahonda en el ser humano y en la relación de este con sus otros y, al fin y al cabo, en sus propios afectos. Y al terminar el concierto pensé: la vida puede ser diferente, y feliz.