Justicia Poética

A veces uno cree que ya vio todo. Que está en un lugar del universo en el que ya nada le puede sorprender. Y uno se vuelve a equivocar. Porque la realidad supera siempre a la ficción del creador. Y de repente uno tropieza y se da contra un muro, y entonces no sabe muy bien dónde colocarse ante la pieza que tiene frente a sí.

Me resulta casi imposible describir Justicia Poética, la nueva obra de Pumuky (Jabalina Música), porque lo que pretendo relatar es un sentimiento tan íntimo que duele, que escuece desde abajo, que asciende épicamente y con crueldad hacia lo oscuro.

Es un privilegio escuchar Justicia Poética y entender cómo las letras se ensamblan a esas melodías telúricas que con una perfecta armonía arrebatan. Un arrebato templado que es cuando causa el mayor de los dolores.

Dolor, dolor y dolor.

La venganza de Rubik es poéticamente perfecta, de una sensibilidad progresiva que me hace llorar. Correr aún es gratis es un verso maravillosamente melancólico donde se conjuga la santísima trinidad: melodía, letra y voz.

Justicia Poética es un disco denso y urbano y noctívago y provocador porque es triste. Obsesivo, angustioso, compulsivo. Pumuky exploran en él la búsqueda vital y metafísica. Porque se encuentran quizá en una espiral negra de la que tienen intención de salir. Aunque parece que el porvenir será igual de oscuro.

No hay una obra poética actual que refleje mejor la fugacidad underground de nuestra vida urbana, la pérdida.

Y todo eso y más es Justicia Poética.

Os dejo una pequeña muestra.

Feria del Libro: Historia de un amor

Pol Widuack y yo caminábamos entre las casetas de la Feria del Libro Antiguo de Madrid la otra mañana. Lo cierto es que era una excusa para encontrarnos y charlar. Paseando por Recoletos, vimos pregones antiguos de pasadas ediciones de la Feria del Libro de Madrid en uno de los últimos expositores. Y en ese instante me vino a la cabeza un viejo recuerdo. Así que voy a hacer una cosa. Voy a dar testimonio. Como hacen los cristianos. A fin de cuentas, mi educación es cristiana. Los cristianos hablan de dar testimonio cuando cuentan a los demás las experiencias que les han llevado por el camino de la fe. El fin es convencer al oyente a través de esas historias personales. Pero ese no es mi caso. No quiero convencer a nadie. Pero sí acercaros una verdad.

Hace unos años, no sé si actualmente lo seguirá haciendo, la Feria del Libro de Madrid contaba entre sus actividades con un certamen de poesía joven que llevaba por nombre José Hierro. Yo salía por entonces con una chavala que aún iba al instituto y que el año anterior había ganado el primer premio en el curioso certamen. La chavala, animada por el profesor de Literatura, tenía la intención de volver a participar en el concurso con otro poema escrito para la ocasión. Pero se tuvo que marchar de Madrid por unos problemas familiares. Así que a mí me partió el corazón, claro, a medio camino entre Madrid y Barcelona, y además dejó la tarea lírica sin hacer. Pasados unos días, encontró plaza en un instituto y terminó por instalarse en el nuevo hogar. Pero el profesor de Literatura se acordó de la chavala. Y de su salida prematura del instituto. Y de que había dejado la tarea lírica encomendada a medias. Así que se cruzaron unos emails. Y el profesor de Literatura presentó por ella el poema seleccionado.

La chavala y yo no volvimos a hablar del tema en varias semanas. Yo fui a verla un par de veces a su nuevo destino. Y poco más.

Un día estaba yo en el curro. Me vibró el teléfono móvil en los pantalones. Atendí la llamada. Era ella. Había ganado por segunda vez consecutiva el certamen de poesía joven José Hierro. Así que, entusiasmada, me pidió que la acompañase.

Creo recordar que mediaba el mes de Junio. Un calor seco y pegajoso se extendía de un límite a otro de Madrid. Quedamos con el profesor de Literatura y con otro profesor del instituto en el Retiro. Hablamos unos minutos. Vimos a un par de escritores famosetes. Y al poco tiempo, el otro profesor comentó que sería conveniente ir a saludar al organizador del certamen que a la vez era presidente del jurado.

Y eso hicimos. Nos presentamos ante él con toda la rimbombancia del universo. Yo me hice a un lado, aquel día yo no era ni el actor secundario y aún menos el protagonista. El presidente estaba junto a otra mujer también miembro del jurado. Los profesores le estrecharon las manos y le dieron las gracias. No hay por qué darme las gracias, respondió el presidente a las atenciones. Cogió a la chavala por la cintura, la dio un par de meneos, la pegó unos cachetes en la espalda y continuó: menos mal que presentaste el poema, se dirigió al profesor de Literatura, hacía dos meses que se había cumplido el plazo y tenía miedo de que al final se lo tuviésemos que dar a otro.

Bueno, es que no sólo el trabajo llegó con dos meses de retraso, sino que la chavala además sobrepasaba la edad máxima para presentarse al certamen según las bases públicas del concurso, y ni siquiera lo había hecho por el instituto en el que cursaba sus estudios en el momento en que se había abierto el plazo de inscripción.

A pesar de todo ello, a la chavala no se le borró la satisfacción de la cara en toda la tarde, en varias semanas, y salió al escenario para recitar su poema, para recibir la ovación del público, del presidente del jurado, de los profesores, para recibir su premio, su lote de libros, frente a la segunda, frente a la tercera. Y es que ni siquiera el poema era el más trabajado y aún menos el de mayor calidad. Pero esto ya es una cuestión personal, un juicio que yo hice mientras echaba un Ducados y me avergonzaba al fondo del recinto.

Como todos los años, podréis disfrutar de la Feria del Libro de Madrid en los Jardines del Buen Retiro. Que os aproveche.

La dinastía Scorpio (Reedición)

Sostengo en mis manos la reedición que ha hecho Limbostarr de La Dinastía Scorpio, el disco que sacaron El Mató a un Policía Motorizado allá por 2012. Un disco seguramente maltratado en España, no tanto por la crítica, como sí por un público, yo mismo fui ninguneado en determinados foros por recomendar alguna canción, que, a tenor de los dimes y diretes, no supo entender una obra en la línea que separa el espécimen minoritario del producto para masas.

Y es que tampoco les ayudaron demasiado ni los engolados comentarios de algunos de los llamados expertos musicales de este país, ni las expectativas creadas por una multinacional del indie como es Limbostarr al describirlos con la elitista etiqueta noise rock y al tratar de compararlos, aún se pueden leer esas comparaciones, como todas siempre superficiales, en una pequeña solapa blanca en el margen derecho de la portada de la reedición, con casi todo lo comparable desde Los Planetas a The Strokes y pasando por Weezer.

Porque lo genuino o lo original no atiende a comparaciones. Imagino que el esperado efecto llamada, tan marketingniano, no resopló con la fuerza suficiente para entrar en las cabezas del público masivo pese a los elogios, los piropos y a los irrelevantes intentos de relacionar unas músicas con otras, no por semejanza sino como herramienta para la creación de una imagen en el subconsciente social que hiciese a ese público masivo correr entre sus modas el mito de los argentinos como la pólvora para, a buen seguro, finalmente dejarlos caer como un niño se deshace de un juguete roto.

Pero El Mató a un Policía Motorizado no se cayeron y La Dinastía Scorpio suena hoy igual de refrescante que lo hacía tres años atrás. Y me refiero a refrescante no por sus chispeantes melodías sino porque pasan un barniz original, tanto en temática como en argumentos, a un género, normalmente identificado con los angloparlantes. De La Dinastía Scorpio fluye densidad. Densidad y tristeza. Con unos recursos casi mínimos, textos muy bien estructurados y minúsculos en donde dan de lado la verborrea y se centran en lo que importa, y una imaginería propia consiguen contar su historia de forma sencilla, a veces un poco metafórica quizá por esa misma condensación de las palabras, para que el receptor del mensaje se sienta cómodo y cercano en las situaciones y a la vez, dentro de ese confort, desee perderse en los símbolos.

La Dinastía Scorpio es triste, desesperado, a veces cruel, inteligente y directo. Adjetivos todos que no están de moda y cuyo sentimiento, o la imagen que tiene el público de sentir el sentimiento, provoca rechazo. Y es que quizá no todos nos hayamos sentido perdedores alguna vez en la vida. O bueno. Quizá es que en esta vida no nos permiten que seamos los perdedores. La pesadumbre es algo a corregir. Y eso quizá sea porque el pensamiento es la peor de las armas.

En Julio vuelven a España. Será esta vez en el Low Festival de Benidorm.